miércoles, 29 de diciembre de 2010

Noche

Te he visto, noche, buceando por las arterias de la melancolía
para saborear el refugio del placer y
esculpiendo bustos paganos sobre sus puertos amarillentos.
Te he visto, noche, pintando versos en el océano.
Tu intuición dio a luz al son de las olas
y en cada faro sembraste un eco.
Te he visto, noche, navegando a media luz.
Tu silueta perdida entre la nostalgia
y ese rostro de otoño sumergido en una sinfonía.
Te he visto, noche, fornicando con el tiempo.
Con tu cuerpo se erigieron huracanes
y esa razón entumecida, a ratos, dormitó al borde de un acantilado.
Arrancaste del sol cuando fue necesario
y en las ventanas de los bares,
la escarcha escribió tu nombre.
En tu cara se urdió un misterio
y sobre tu calle florecieron risas:
tus días se enamoraron de la creación.
He visto tu mirada, noche, paseando por el mundo,
prodigando cantos a cualquier hijo del instinto.
Tus pies zapatearon en la cornisa de la nada
y tus cabellos burdos lanzaron navajas al aire para ver morir al universo.
No hubo escapatoria cuando enclaustraron a esas cicatrices disolutas,
pero continuaste bramando sobre los tímpanos de la moral.
Te he visto, noche, alimentando cuervos y desfilando entre la bruma,
cantando hasta que el día amenace con despuntar,
diseminando escupos sobre los llanos,
tejiendo jolgorios en las afueras de las mamparas;
te he visto, noche, dar a luz en las sombras, donde la lujuria se desenmascara
y la vanidad vomita.
Te he visto, noche, danzando sobre el peligro,
con tus zancos de asfalto y tus harapos de mármol.
No morirá tu espíritu, noche, aunque fallezca el crepúsculo
y germine la mañana, porque tu vida se deleita pegada en los muros.
Los caminos se masturbaban cada vez que tu silueta pétrea recorría sus dorsos,
clavando ríos que despertaron al arte.
Eres, noche, una tundra donde reposan los ideales humanos;
te muestras sin rostro para quienes no te conocen
y regalas tu cuerpo baldío a todos los que besan lo absurdo.
Podría morir el sol y Dios trastabillar en una cuneta ebria,
pero tu seguirás errando,
hasta que en el Parnaso se enmudezcan las almas.
Eres la alquimia que transmuta
las fachadas y atraviesa los umbrales de la existencia,
eres la que le arrancará gemidos al viento e irrigará las estepas con vino.
De la luz a la sombra,
escondes el misterio de estar vivo,
¡oh, noche embriagada!

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